“Quiero darle todo a mi hijo”, una declaración común y llena de significado

Cuando escucho esta frase tengo la sensación que hay mucho más detrás y que hay algo que no estamos viendo que puede generarnos mucha angustia sin darnos cuenta.

Lo que significa “todo” para algunos padres es proveerles a sus hijos de todo lo que “necesiten para ser felices”. Lo que muchos “creen” que es “ser feliz” y lo que hace a esa felicidad que estiman “necesario” son generalmente una lista de cosas y actividades que van desde la alimentación, ropa, resguardo físico hasta tablets y actividades de ocio y de formación personal. Cuando termino de escuchar esto me doy cuenta: eso no garantiza la felicidad, sino no habría tantos padres que dan “todo” frustrados y angustiados porque sus hijos no están bien y la relación con los mismos no es lo que ellos quisieran.

Creo que lo que hay detrás y no vemos algunos padres, al menos por momentos, es una gran y, digo yo “terrible”, creencia detrás que es “lo que el otro siente depende de mi”. Esta creencia muchas veces nos lleva a operar en función de lo que el otro siente ya que nos creemos directamente ligados a ello. Y cuando el otro no esta feliz hago algo para cambiarlo. No digo que esté mal querer ayudar a quien no encuentra su bienestar, pero si lo hago desde la creencia que “eso depende de mi” no podré dar en libertad y estaré atada al resultado del mismo.

Sostengo que todas las personas somos enteramente responsables de nuestro sentir. Esto quiere decir que las personas somos capaces de responder ante las emociones que sentimos, sean luminosas (alegría, paz, amor, confianza,…) u oscuras (enojo, tristeza, culpa, envidia, miedo, vergüenza,…). Como adultos podemos ayudar a los niños a aprender a ser responsables por sus emociones, reconociéndolas y decidiendo cómo administrarlas y actuar en función de ellas. No podemos “cambiarlas” con algo que le damos o hacemos, y si lo logramos sepamos que será algo momentáneo y superficial porque además estamos evitándoles la posibilidad de aprender de las mismas.

Qué diferente sería nuestro ser padres si el “darle todo” a mis hijos fuera simplemente darle amor. ¿Tan poco nos parece? Para meditarlo y reflexionar.

Ese amor puede ser en forma de escucha, atención, compañía, empatía y ejemplo de vida. Podemos darles muchísimo amor obrando desde nuestro ejemplo de hacernos cargo de lo que sentimos y por ende ser responsables de nuestro bienestar. Si nuestro hijo ve que cada vez que me siento ansioso recurro a comer para eliminar esa ansiedad, aprenderá que hay “cosas” externas que nos calman. Sin embargo todos sabemos que luego de recurrir a esa solución externa la emoción sigue ahí, tal vez sepultada y agrandándose lista para salir en otro momento.

Lo mejor que podemos darles a nuestros hijos es amor y ese amor cada uno puede definirlo como quiera pero cuidado con establecer ese amor como un objetivo o resultado a lograr en ellos. Dar amor puede ser cocinarle algo nutritivo y rico, sin embargo nuestro amor no es más o menos según si le agrade lo que preparamos o no. No descalifiquemos lo que damos por la reacción del otro. Podemos tener en cuenta su reacción y ofrecernos a indagar y acompañarlo para aprender con él qué le pasa o que le genera malestar. No con el fin de sacarlo de ese malestar sino de ayudarlo a aprender del mismo y poder hacerse cargo.

El dar todo es amplio, los invito a desmenuzarlo y ver que hay detrás, en especial cuando nos quedamos “enganchados” al resultado de lo que damos esperando algo a cambio del que recibe.

Dar amor es un aprendizaje, permitámonos vivir con curiosidad la vida, identificando qué es amor y qué no para que vivamos con una mayor integridad con nuestro Ser. Demos lo mejor de nosotros: un ejemplo de vida en libertad, con conciencia y responsabilidad.

 

Con amor y gratitud,

Denise

“Mamá es mía” El temita del APEGO

Empecemos por aclarar qué es apego, o a qué me refiero yo por apego. Me refiero al apego como la “necesidad” de sentirse unido a otro ser humano. Digo “necesidad” porque en mi experiencia los seres humanos no nacimos para vivir en soledad y requerimos de los vínculos, de aquello que nos une o apega a otros, para sostener nuestra existencia.

Desde el ámbito espiritual e incluso psicológico muchas veces hablamos de lograr “cero apego” o “no necesitar” a otro para vivir. Comparto que, como adultos, podemos darnos todo el amor con el cual sostenernos, pero no quiere decir que no necesitemos de otros para estar mejor, para crecer, para compartir nuestro amor. Cuanto mejor nos sentimos con nosotros mismos mas queremos compartirlo con aquellos que nos rodean e irradiar ese amor, paz y felicidad a todos. Osea cuanto más íntegros y completos nos sentimos, más disfrutamos nuestros vínculos en libertad.

Recuerdo la película “Into the Wild” donde un adolescente busca irse a vivir solo y no depender de ningún otra persona. Llega un momento que antes de morir por una intoxicación se da cuenta de algo clave “la felicidad es sólo real cuando es compartida”.

Hay un libro (Maneras de Amar de Amir Levine y Rachel Heller) que habla de estilos de apego y sus consecuencias en nuestros vínculos. Esta teoría deriva de lo propuesto por J. Bowlby y otros experimentos de los últimos tiempos. Explica que existen 4 tipos de apego: seguro, ansioso, evitativo y desorganizado. Estos estilos vienen desde nuestra niñez según la experiencia que tuvimos con la persona que nos maternó, y pueden cambiar a o largo de la vida según las experiencias y aprendizajes que vamos teniendo. La idea de reconocerlos en nosotros y en nuestros hijos es ayudarnos a desarrollar la seguridad en el apego porque eso nos deja como seres íntegros que podemos relacionarnos desde la plenitud y no desde la falta. El apego seguro nos permite compartir nuestro amor con otros en libertad. Si no estamos seguros de ese amor que fluye a nosotros constantemente, buscaremos a los otros como fuentes de amor para llenar nuestro vacío interno y esto transformará a los otros en objetos en vez de sujetos. Si mi hija de año y medio dice mamá es mía esta diciendo, mamá es lo que quiero, lo que me da mamá es lo que necesito para ser y está perfecto a esa edad. Si un adulto de 30 años dice “mi esposa es mía” ya es otro tema. Parece exagerado pero a cuantas veces hablamos de otros como propiedad nuestra sin siquiera darnos cuenta. Los que estamos conscientes podemos estar atentos a nuestro lenguaje y veremos en que momentos nos “apropiamos” de otros como si fueran nuestros creyendo que necesitamos de ellos o no podremos vivir en plenitud.

El apego seguro es el que tiene el niño que sabe que su mamá estará para él cuando lo necesite aunque no esté todo el tiempo con él. El apego ansioso es el que tiene un niño que cree que mamá se irá, no volverá y por ende la perderá con lo cual esta atento y en cuanto “siente” que mamá esta por irse se pone ansioso, le da miedo y quiere poseerla y retenerla. El apego evitativo es el del niño que siente que su mamá no está y por ende se aleja él mismo porque la presencia de su mamá es más dolorosa que su ausencia. Finalmente el apego desorganizado es a veces ansioso y a veces evitativo dejando al niño inseguro constantemente. ¿Y esto es sólo en niños? Para nada. Una mujer con apego ansioso le manda un sms a su esposo preguntándole a que hora llegara a la casa y si en 5 minutos él no responde hará una escalada de acciones basadas en pensamientos totalmente alejados de la realidad que la dejarán sintiéndose ansiosa, con miedo, enojada, sola y abandonada. Probablemente cuando finalmente logre ubicar al marido le vuelque toda su angustia de maneras poco amorosas hasta que cae en la cuenta que el celular se quedó sin batería o su marido estaba en el baño y por eso no podía contestar. Si su marido tiene apego evitativo, estallará Troya porque se sentirá controlado, perseguido y evitará a su esposa generando aun mas ansiedad en ella y en el más resistencia. El marido con apego evitativo es probable que no quiera intimar o sentirse controlado porque siente que puede dejar de ser en esa relación.

¿Para qué nos sirve reconocer los tipos de apego en nosotros o nuestros hijos?

En nosotros, como adultos, ser conscientes nos ayuda a darnos aquello que necesitamos sin usar a otros como objetos. Nos ayuda ver la realidad por fuera de nuestros miedos o falsas creencias que derivan de la carencia que tuvimos de niños. La mujer con apego ansioso puede parar su escalada a tiempo y pensar que sus reacciones devienen del miedo a perder al marido. Puede ver que hay detrás de su necesidad en ese momento satisfaciéndola ella misma y así construir su propia madre interna que faltó en aquel momento en que empezó a sentirse insegura. El hombre evitativo puede darse cuenta que su esposa que lo atosiga con mensajes no es su mamá intentando controlando y que su miedo no es real y puede responder en paz sabiéndose integro y que no perderá su ser. Puede aprender a poner límite con amor sin alejarse de otros por miedo a dejar de ser quien es.

Para nuestros hijos el reconocer actitudes ansiosas o evitativas nos permite darles lo que necesitan. A mi hija mayor, a quien juzgo de tener muchas veces apego inseguro, entiendo que necesita mas reaseguro de mi amor, más contacto en el momento de crisis para no escalar en ansiedad y miedo y así poder ir construyendo mayor seguridad. Ojo con esto: hablo de actitudes o comportamientos ansiosos o evitativos porque para mi clasificar a un niño de un tipo u otro es encasillarlo en un patrón que puede llevarnos a no creer en su potencial.

Creo en la capacidad de aprender y transformarnos como seres humanos con lo cual podemos transformar aquello que nos produce insatisfacción a conciencia.

En el caso de nuestros hijos, los padres podemos elegir proveerles el contexto donde mejor se desarrollen, incluyendo darles el amor que les permita desarrollar esa confianza básica que les permitirá desarrollar formas de apego seguras.

Quiero aclarar que no depende SÓLO de los padres, y en Maneras de Amar hay muchas investigaciones al respecto, ya que hay temas genéticos, de contexto social, ambientales y otros aspectos incontrolables. Me parece importante adoptar como padres una postura de servicio y ayuda a nuestros hijos sin creernos omnipotentes de poder controlar todo y cuanto les pase.

Ellos son individuos únicos que vinieron al mundo a desarrollarse y compartir lo que traen consigo aprendiendo aquello que les permita desplegarse.

Ese aprendizaje puede ir más allá de la niñez y los padres podemos acompañar ese aprendizaje sin creernos dueños de el mismo. Requirió en mí mucho amor, humildad y paz interior aceptar esto pero creo que es la mejor manera de acompañar a mis hijas a que desplieguen lo mejor de si en libertad.

 

¿Qué estilo de apego predomina en nosotros? ¿Y en nuestros hijos?

¿Qué acciones amorosas podemos tener con nosotros y nuestros hijos para construir seguridad en el apego?

 

Con amor y gratitud,

Denise